Desde que fui madre han sido muchas las mujeres con las que he compartido dudas, miedos y experiencias vividas entono a la maternidad. A pesar de observar diferencias entre nosotras, tanto de temperamento, de visión de crianza como de situación familiar, todas hemos sentido, en algún momento de nuestra crianza, la soledad y la falta de recursos para adaptarnos a los repentinos y rápidos cambios que experimentan nuestros hijos/as.
Ser padres es la tarea más importante que realizamos y, tal vez, la más difícil. No estamos preparados por la sociedad para enfrentarnos a todos los retos que conlleva la maternidad/paternidad y, en muchas ocasiones, el apoyo externo que recibimos suele ser en momentos críticos donde, generalmente, tienden a culparnos de la situación a la que hemos llegado haciéndonos sentir incapaces y hasta de dudar de nosotros/as mismos/as.
A continuación, me gustaría dejarte una serie de herramientas que puedan ayudarte a gestionar mejor los distintos retos de tu día a día con tu hijo/a.
1. Entra a formar parte de un grupo de apoyo. Es necesario aprender a ser padres, aceptar nuestros errores y verlos como oportunidades para aprender y crecer. Nuestra sociedad tiene cursos preparto que nos prepararan para el nacimiento y para atender algunas cosas practicas en relación al bebé como cambiar un pañal, el cuidado del cordón umbilical, etc. Pero rápidamente este bebé empieza a crecer, las horas de cansancio empieza a aparecer y nos desbordan las dudas sobre si el cuidado y la atención que le damos al/la pequeño/a es el adecuado. Para ayudarte a transitar este momento es de gran ayuda buscar grupos de mujeres, padres y/o madres con las que compartir tus experiencias y resolver tus dudas. Observaras que no estas sola, que muchas mujeres están viviendo y sintiendo exactamente lo mismo que tú y podrás vivir la maternidad desde un lugar más relajado permitiendo disfrutar y escuchando tú parte más instintiva.
2. Busca un espacio para el autocuidado. Atender a uno o varios bebes es una tarea que requiere mucho esfuerzo físico, mental, emocional y energético. Habitualmente las madres tendemos a centrar todos nuestros esfuerzos en el pequeño olvidándonos de nosotras mismas. Es aconsejable que busques pequeños espacios para cuidarte y respetar tus necesidades. No se trata de dedicar mucho tiempo, a veces con destinar pequeños momentos como una ducha tranquila, un paseo o unos minutos de meditación al día ya es suficiente. Es importante que aprendas a escuchar lo que tu cuerpo te pide en cada momento y que te permitas atender esa necesidad, de esta manera podrás afrontar las distintas situaciones que acontezcan durante el día con mayor serenidad y conexión con tu bebé.
3.Presta atención a tu forma de hablar. Nuestras palabras tienen un gran poder sobre nuestros hijos/as. Cuando les llamamos perezosos, traviesos o consentidos ellos creen que realmente lo son y empezaran a comportarse como tal, con la finalidad de cumplir con la etiqueta que le hemos puesto. Por lo tanto, es realmente importante cuidar como le hablas a tu hijo/a, evitando las etiquetas y centrándote en la descripción de la conducta. Por ejemplo: En lugar de decirle a tu hijo que es un desordenado, puedes decirle que los juguetes de su habitación aún están en el suelo y preguntarle que cree que puede hacer para solucionarlo. De esta manera evitas las etiquetas y le das la oportunidad al niño/a de pensar una solución sintiéndose tenido en cuenta y pudiendo colaborar contigo. Los niños/as se portan mejor cuando mejor se sienten (siento que pertenezco a mi familia, siento que me tienen en cuenta, siento que puedo decidir, siento que me quieren…)
4. Confía en tu instinto. Son muchas las opiniones y criticas que recibirás de las personas que te rodean cuestionando tu forma de crianza. Te invito a que te dejes llevar por tu instinto, por esa parte más primitiva que sabe que es lo que necesita tu hijo/a en todo momento. Confía en tu idea de crianza, no tiene porque ser la misma con la que te educaron a ti y nunca olvides que eres la mejor madre que tu hijo/a puede tener.
5. Cuida el lenguaje corporal. La mayor parte de la comunicación se realiza a nivel no verbal. Es realmente importante observar que en toda intención comunicativa tanto el lenguaje verbal como el no verbal estén ajustados. Si tus palabras y actitudes son incongruentes es probables que confundas a tu hijo/a ya que los niños son especialmente sensibles a tu lenguaje no verbal, siendo capaces de captar matices casi imperceptibles.
Para mejorar la comunicación es esencial que cada vez que hables con el/ella te pongas a su altura permitiendo el contacto visual, adaptes tu lenguaje a la etapa evolutiva de tu hijo/a, prestes atención a su lenguaje corporal, les hables con un tono tranquilo y muestres que le quieres no solo con palabras (los abrazos serán tus grandes aliados).
6. Escucha y empatiza con tu hijo/a. Los niños nos muestran sus sentimientos a cada momento, desde la tristeza o la frustración hasta su mayor alegría. En ese momento es importante que empatices con lo que están sintiendo, les pongas palabras, los escuches y les permitas experimentar esa emoción en compañía y sin limitaciones. A los más mayores puede ayudarles que compartas alguna experiencia similar que hayas vivido de pequeña/o y le expliques como la superaste.
En ocasiones puede resultar difícil sostener alguna de las emociones que tan intensamente expresan los pequeños. Seguramente esa será la emoción que no te permitían expresar de pequeña/o y que tu misma/o aprendiste a bloquear. Para poder acompañar a tus hijos/as en la gestión de sus emociones es sumamente importante que trabajes en las tuyas, observes que te pasa a ti y te permitas transitar aquellas que más te desagradan.
7. Quiere a tu hijo/a tal y como no, no por como desearías que fuera. Todo padre y madre se crea casi sin darse cuenta una imagen de cómo le gustaría que fuera su hijo/a antes de nacer y durante los primeros meses de vida. Rápidamente observamos que hay comportamientos, actitudes y reacciones que no son las que esperábamos y nos sentimos frustrados o nos resistimos a aceptarles tal y como son. Es impórtate que aceptes a tu hijo/a como una persona individual, que ha venido a crear su propio futuro y que puede que no vea ni sienta la vida igual que tú. Aceptar y ver la belleza de las diferencias en tu hijo creará una relación más estrecha, enriquecedora y sana entre vosotros donde os permitiréis ser y crecer en libertad.